ESTE LIBRO LO ESCRIBIMOS TODOS

Decimos con Deleuze y
Guattari:
"No llegar al punto de ya no decir yo, sino a ese punto en el que ya no tiene ninguna importancia decirlo o no decirlo"
RIZOMA
Introducción
Primera Edición, Marzo 1977

Quito Etica Ciudad

Espacio que busca organizar un Círculo Ético para MEJORAR a la Ciudad de Quito y su Administración por medio de las más diversas propuestas, y RESISTIR las manifestaciones del PODER que se expresan a través de diversos AGENCIAMIENTOS y nos afectan a DIARIO: mal uso del Espacio Público, abusos de la Administración, desperdicio de recursos, faltas a la Ética Ciudadana.

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domingo, 6 de diciembre de 2009

UN PRISMA SOBRE LAS CORRIDAS DE TOROS

La corrida es metafórica. En ella se representan tragedias y teatros de la crueldad, energías paganas y competiciones de prestezas. el ruedo como metáfora del mundo -una imagen que se ha vuelto común-. Sobre la arena se oponen la violencia de una fuerza exacerbada y la inteligencia de un hombre que compromete su cuerpo y, por tanto, su alma. El resultado ha de permitir conjurar la muerte. Pero ésta pesa bajo el sol, en la sombra, en los perfumes de maderas quemadas por las temperaturas hispánicas o en los fuertes olores del animal contenido en el toril. La muerte seduce con el traje de luces que arquea el cuerpo y fabrica una elegante arrogancia. Y revuelve el estómago con la sangre que humedece el suelo y que se diluye con la corriente de un chorro de agua que borra sus colores. Aquí, la muerte es el tributo de quien no ha sabido gozar del kairós.
El torero ha de saber esperar la embestida con paciencia y determinación. Cuando viene, no debe ceder a su impetuosidad. Finalmente, ante la energía, debe mostrar su virtuosismo conduciendo al animal a dónde debe ir: "aguantar, parar y mandar". Es necesario el equilibrio entre estas tres lógicas para permitir, a continuación, los gestos que, del adorno al castigo, provocarán la emoción. En todas las fases de esta danza con la muerte, el matador se convertirá en demiurgo, engendrador de agudezas y densidades estéticas. Como en el trabajo del domador, hay que someter una energía rebelde a las reglas del arte. El hombre ético se encuentra en esa misma situación: reducir los flujos a formas elegantes. Hacer un mundo a partir del caos.

La expresión del estilo es la distinción suprema. Se la ve en acción en el combate. El torero que brilla con esa destreza está dorado de "temple", es decir, que, en mitad del ruedo, da la impresión de ralentizar a su gusto la impetuosidad del toro. Su gesto decidido se ejecuta con la intención de que el animal doble el espinazo: tiene que bajar la cabeza, lo que implica una modificación del ritmo y un tiempo nuevo para la bestia. El toro obedecerá las órdenes cronológicas del hombre, lo que permitirá a éste mantener su dominio y dirigirse hacia sus objetivos. A veces, los toros bravos rehúsan el gesto de la humillación, se rebelan, mantienen la cabeza alta y embisten con el ardor más potente. Así, el combate que se instaura entre el hombre y la bestia tiene que designar al vencedor desde un punto de vista estético. El animal puede ser bravo, noble, manso o, como dicen los aficionados, alegre. El torero, entonces, ha de rivalizar en virtuosismo para igualar y después sobrepasar a su adversario. Si fracasa y su contrincante lo suplanta en excelencia, éste salvará la vida y seráLas picas, las banderillas y el estoque tienen que ser utilizadas rápido y bien, con audacia y elegancia, con la mayor eficacia posible. El torero demuestra su talento especialmente en la capacidad de hacer coincidir el gesto con el momento oportuno, la ocasión. En esos instantes, hace que su voluntad coincida con la necesidad para hacer surgir su ritmo propio, que él mismo determina. Michel Leiris dirá que esos instrumentos agudos permiten que el hombre se sienta especialmente tangente al mundo y a sí mismo. Revelan una densidad metafísica y producen situaciones límite: aquellas en las que se puede experimentar la cualidad de su temperamento. Y Gracián, el español, dirá de la agudeza - en su acepción retórica, claro, pero se puede ampliar su sentido- que confiere el título de águila a quien la advierte y el de ángel a quien la produce.
Vayamos hacia el ángel, entonces, ya que se trata de seguir la dirección que indica el Condotiero. Y fabriquemos, en cuanto sea posible, momentos con los que podamos construir un edificio. Porque la agudeza es el fragmento a partir del cual se elabora el todo, armonioso y equilibrado. Aquí, de nuevo, como Hércules a los pies de Onfalia -o sucumbiendo a los aromas de la cocina, glotón impenitente, en casa de Pistetero, a quien, sin embargo, venía a reprehender-, quizá no sepamos o podamos aprovechar las oportunidades, los momentos propicios y las ocasiones. Al querer destacar en el arte del kairós, nos arriesgamos a actuar a destiempo, a no sincronizar el gesto. Poco importa, la audacia es motora, conduce a veces a los abismos cuando lo que se buscaban era las cimas: una existencia sólo se construye siguiendo un álgebra que, con la perspectiva de obtener un resultado, hace que los altos y los bajos se toquen. Sólo al final de una vida se puede saber qué ha ocurrido en estos cálculos. Antes de ese momento, lo importante es la práctica de esas tensiones que conducen a la excelencia. El resto viene solo. Resulta incluso fortalecedor, para un virtuoso, encontrar una nota falsa o la resistencia de lo real. Con ello el éxito es mucho más magnífico.

Texto tomado de la obra "La escultura de sí por una moral estética", de MICHEL ONFRAY

1 comentario:

  1. Tanta belleza de palabras para tratar de hacer sentir que hay arte en aquella barbarie llamada toreo.
    Sangre y arena, en medio un pobre animal masacrado, torturado inmisericordemente,mirando su agonía un individuo vestido de payaso alzando sus brazos en señal de triunfo. Sin reflexionar que el matar por diversión lo ha convertido en un ser más animal que aquel que acaba de torturar y asesinar. Todo esto ante la mirada de quiteños vestidos de la misma forma que los invasores, retrocediendo hasta le edad media.
    Admiro a Barrera por haberse negado a ser parte de este circo medieval, ser quiteño es mucho más que vestirse de español en diciembre e ir al coso de Iñaquito.

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